top of page
prestige.jpg

Seis días a la deriva, dieciocho años en

la memoria

El mayor desastre medioambiental ocurrido en España cumple ya su mayoría de edad. Hace 18 años, el mundo se paralizó al contemplar cómo las aguas de Galicia quedaban totalmente teñidas de negro tras producirse el colapso de el petrolero Prestige.
 
Este acontecimiento marcaría un antes y un después en nuestra historia, y el objetivo de este reportaje es mostrar lo ocurrido.
Mar en calma

13 de noviembre de 2002

Josefa Lema, percebeira de Roncudo, se levanta como cualquier otra mañana para ir a faenar, pero el tiempo y el mar se lo impide tanto a ella como a sus compañeros. Ante esta situación, deciden esperar y ver cómo va evolucionando la marea con el paso de las horas. 

​

Josefa regresa a casa a las dos de la tarde para comer. Simultáneamente, el capitán del petrolero Prestige Apostolos Mangouras hace la primera llamada de socorro al Centro Zonal de Coordinación de Salvamento Marítimo de Fisterra. El barco, cargado con 77.000 toneladas de fuel, sufría una vía de agua provocada por un fuerte temporal y como consecuencia del mal estado de conservación de la nave. Las autoridades deniegan el permiso de atraque en puerto español, por lo que el Prestige queda a la deriva y a la merced de olas de 6 metros y vientos de fuerza 8.

 

Josefa recuerda la expectación latiente entre sus vecinos y compañeros. Nadie se esperaba lo peor, pero la idea de que el destino del petrolero ya estaba escrito en el fondo de nuestra costa no dejaba de acechar sus pensamientos. “Sempre agardas que pase o mellor, pero non podíamos negar o indiscutible: non pintaba ben / Siempre esperas que pase lo mejor, pero no podíamos negar lo indiscutible: no pintaba bien”, comenta la percebeira, remontándose a sus pensamientos de este fatídico día. 

 

​

 

"

Sempre agardas que pase o mellor, pero non podíamos negar o indiscutible: non pintaba ben

​

Conforme avanza el día, se inicia el operativo de rescate. Al caer la noche, solamente quedaban en el barco tres personas: el capitán, el primer oficial y el jefe de máquinas. Mangouras aclara que no tiene intención de abandonar el buque y, tan solo cuatro horas después de la llamada de emergencia, comienzan a aparecer las primeras manchas de petróleo en el mar. El Prestige se convierte entonces en una especie de bomba de relojería, por lo que había que actuar con la mayor rapidez posible.

​

El entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, decide actuar y ordena alejar el buque mar adentro para evitar la contaminación de la costa con el crudo saliente. La mancha de fuel cada vez era más grande, llegando en la madrugada del 15 de noviembre a seis millas de largo por dos de ancho, a una profundidad aproximada de diez metros.

El 15 de noviembre se evacúa al capitán y al resto del personal que quedaba a bordo del buque. Con el Prestige ya alejándose de forma progresiva de la costa, el primer rastro del fuel vertido al mar llega en forma de olor. Tanto el clima como el mar no daban tregua y, en lugar de mejorar, ambos empeoraron, dificultando todavía más las tareas de los equipos marítimos. A su vez, también empeora la grieta que atraviesa los tanques del petrolero, que alcanza los casi 50 metros de largo y es visible desde la cubierta. 

​

​

mareanegra_edited.jpg

El vertido de fuel

18 de noviembre. Después de estar cinco días a la deriva, comienza a preocupar más la polución de la costa por la fuga de​ petróleo que la situación del barco. Las labores se centran en combatir la lengua de contaminación que entra en la ría de Muros y Noia y mantener la mancha lo más controlada posible. 

​

Tras seis días de agonía y a la deriva en el mar, el 19 de noviembre el Prestige termina partiendo en dos y se hunde a 246 km de A Costa da morte. Las aguas azules quedan sustituídas por una gran marea negra que instantáneamente comienza a teñir la costa y su fauna de negro. El primer vertido supuso unas 6.000 toneladas de fuel, pero al partirse el buque se sumaron otras 5.000, inundando 745 playas desde Galicia hasta el País Vasco. 

​

Alrededor de 14.000 toneladas de fuel permanecen en los tanques del petrolero 'Prestige', hundido a 4.000 metros de profundidad, según los cálculos de Repsol YPF. En diciembre de 2002, el Gobierno aseguró que quedaban 37.000, por tanto, el barco ha vertido al mar 63.000 toneladas de crudo desde que se accidentó.

 

Fueron en total unas 90.566 toneladas de arena y crudo las que se tuvieron que retirar solo durante el primer año de trabajo. Las mayores cantidades semanales se recogieron en el mes de diciembre, en el que se retiraron más de 24.000 toneladas.

​

“El último resto del Prestige yace bajo el fondo del mar desde las 16.18 de ayer, a unas 133 millas marinas (250 kilómetros) de la costa gallega… A las ocho de la mañana se partió en dos. A las 11.45 se hundió la popa, y cuatro horas y media después el Atlántico terminó de tragarse la proa.”

El País, 20 de noviembre de 2002.

La ayuda

CM13C11F5_5.jpg

Las labores de limpieza de la costa comenzaron instantáneamente. Josefa cuenta cómo en un principio tanto ella como sus vecinos y compañeros no supieron cómo reaccionar o actuar, pero que en cuanto comenzó a llegar la ayuda internacional y del ejército todos se vieron unidos por la misma causa. "Tardábamos unas dos horas en quitar el chapapote. Unos retiraban la pasta y la ponían en capazos mientras otros los iban pasando en cadena hacia unos depósitos enormes. Fue un trabajo muy bien organizado pero también muy difícil, pues la pasta era muy pegajosa y daba mucha tristeza ver nuestra costa, nuestro hogar, así"

​

La respuesta popular fue inédita y desbordante, tanto que en enero de 2003 ya había en Vigo una lista de espera de 11.000 personas para colaborar en las tareas de recogida de chapapote. Según datos oficiales, más de 65.000 personas acudieron de diferentes puntos de la geografía española y europea para ayudar de forma desinteresada. Se convirtieron, con sus trajes blancos y sus mascarillas, en el símbolo de la solidaridad de la ciudadanía con los afectados por esta tragedia.

​

Fue así como la marea negra fue sustituída por una ingente marea blanca que limpió incansablemente cada rincón de la Costa da Morte, ganándose para siempre el reconocimiento y la gratitud de su gentePero no sólo se movilizaron personas del extranjero. Los hombres y las mujeres del mar se volcaron de forma directa desde el primer momento en la lucha contra el chapapote, no sólo por cariño al mar sino también por que el sustento de cerca de 30.000 pescadores se vio afectado. En jornadas como la del 17 febrero 350 barcos pesqueros del País Vasco, de Cantabria y de Galicia recogieron unas 1.500 toneladas de fuel. 

​

​

​

​

​

Tardábamos unhas dúas horas en quitar o chapapote. Uns retiraban a pasta e a poñían en capachos mentres outros os ían pasando en cadea hacia uns depósitos enormes. Foi un traballo moi ben organizado, aínda que difícil porque a pasta era moi pegañenta, e daba moita tristeza ver a nosa costa, o noso fogar, así.

 

"

873x490-c-49532.jpg
bottom of page